lunes, 8 de octubre de 2012

Se frustra el día de piscina (ahora sí)

De un salto ingresé a la piscina. Minutos antes Felipe me hacía señas de algo, no lograba entenderlo, ya al acercarme me dijo que el agua se encontraba helada. Me lo dijo mientras se apoyaba a un borde, no quería sentirse solo, mucho menos en situaciones en las que no tenía el control.

El agua estaba verdaderamente fría,sin embargo yo siempre quise aparentar con las chicas y me metí de un solo brinco. De solo recordarlo se me hace piel de gallina. Disculpen estoy exagerando, estoy seguro que Jack sintió más frío en el Titanic. Solo quería que se hicieran una idea del frío.

Me estoy saliendo nuevamente del tema. Estuve en la piscina un buen rato, practicando lo que indicaba el "gosh". Estilo libre, espalda, conteniendo aire en el agua. No fui bueno como nadador, siempre destacaron otros compañeros. Desde esa edad tuve problemas físicos y de resistencia. Triste al no poder competir me refugié al otro extremo de la piscina, lugar donde Felipe me esperaba con una sonrisa, mientras flotaba con ayuda de sus flotadores amarrados a la cintura.

***
Antes de salir del colegio rumbo a la piscina Felipe estuvo esquivo con la mayoría, resultaba extraño verlo de esa manera. No sé cómo definirlo, solo lo noté raro, como uno de los días que tenemos todos y no confiamos en nadie, como esos días que no confiamos ni en nuestras decisiones. Al menos yo lo sentía de esa manera, quizá por ello no le dije nada, preferí no darle importancia al tema..



jueves, 20 de septiembre de 2012

Se frustra el día de piscina

Felipe siempre confió en mí. Yo no.

Era el año 2003. Yo tenía 15 años y comenzaba a enamorarme, pero esa es otra historia. Este año el colegio habituó a los profesores de educación física a que llevaran a los alumnos a la piscina en sus horas asignadas. "Voy a revisar que estén bien limpios, y los hombres esos pies bien lavados", expresaba el "gosh",  quien además de enseñar el curso era mi entrenador de basket.

Estas clases de natación se desarrollaban durante los meses de setiembre, octubre y noviembre. Quizá la temporada más esperada para nosotros que queríamos ver en diminutas prendas a nuestras compañeras de grado. Algunas no llevaban diminutas prendas, es más unas amigas no se bañaban. La principal razón éramos nosotros. Las niñas se asustaban que tremendos pendejos estuvieran observándolas.

Sin embargo, hubo una oportunidad en la que las chicas pasaron a segundo plano y Felipe asumió ese rol, aunque él lo considera como uno de sus fatídicos días. Yo, si pudiera retroceder el tiempo, estoy seguro, que volvería a actuar de la misma manera. Ser hipócrita es una tarea muy difícil.

Felipe nunca aprendió a nadar. Las chicas siempre lo bromeaban con ese tema. Él, años más tarde y entre copas, me contó que nunca superó no poder movilizarse en el agua, aunque puso todo el empeño y la actitud para aprender. Y es cierto, era el más aplicado al hacer caso a las indicaciones del "gosh", reciclaba sus botellas de Kola Real y las llevaba a la clase. Ya en la piscina se las amarraba a la cintura, usándolas como flotadores, pero sucedía algo y se paraba. Requería tocar el piso con sus píes, como si viviera atemorizado de morir ahogado.

Este día que les traigo a mención, Felipe no se murió ahogado, aunque tal vez en ese momento lo hubiera deseado. 

Recuerdo que en el mes de noviembre fueron los días jueves los asignados para la clase de piscina. El "gosh" había separado el hotel más exclusivo, a 5 kilómetros del centro de la ciudad. Al llegar dio las instrucciones claras: "30 minutos para huevear y todos listos con ropa de baño en la piscina", gritó el zambo. Esa media hora la aproveché para estar un rato con Susana, la chica que me gustaba un montón en ese tiempo; era su primer año en el colegio. Mientras duró mi etapa escolar siempre me atrajeron las alumnas nuevas.

De lejos vi que los chicos empezaban a jugar tenis de mesa y otros a hacer un poco de ejercicios en el gimnasio. Las chicas desfilaban en toalla por los pasadizos. Susana me dijo que se iba a cambiar y yo decidí hacer lo mismo. 

Felipe ya estaba preparado para la clase, una vez más tenía puestos sus flotadores en forma de botellas. Las botellas estaban atadas del pico. Felipe tenía un estilo peculiar de unirlas, usaba los pasadores de sus zapatillas. Ese día bajó por las gradas a la piscina, lentamente pues el agua no estaba temperada. Al sumergirse hacía muecas de sentir mucho frío. Yo lo veía desde el vestidor de hombres, mientras  me terminaba de poner el short.











domingo, 19 de agosto de 2012

Fabián, el trompetista

Desde un inicio se las dio de guapo con mis compañeros de clase. Todos enanos y tímidos no paraban de observar al alumno nuevo. Alto, chapado y con el cabello encrespado se ganó la "ojeada" de más de uno y una.

"Ya viste a Fabián, así se llama el niño nuevo", era el comentario que dejaba inquieto a más de uno de mis compañeros. Lo odiaban sin siquiera conocerlo.

Yo también lo vi. Lo primero que hice al llegar fue estar a un lado, muy a mi estilo, apoyado a columna vieja con olor a cemento, me gustaba ese lugar. Me sentía cómodo al estar cerca a la puerta de salida. En realidad desde pequeño siempre quise huir, sin saber adónde.

Desde ese lugar podía observar a todos. Me di cuenta que lo peor para mis compañeros sería comentarles o confirmarles que las chicas ya se habían encaprichado con el chico nuevo, al que le habían crecido los bigotes mucho antes a nosotros.

Fabían venía de Chiclayo, poco supe el motivo de la mudanza de su familia. Usualmente llegaban alumnos nuevos, hijos de efectivos de las Fuerzas Armadas. En la mayoría de casos, pues a la esposa e hijos no les quedaba de otra. Al padre lo enviaban a mecharse a la zona conflictiva del Vrae, no había elección.

Sin embargo, esta no era esa situación con la familia de Fabián. No me acuerdo bien qué motivó a que sea Ayacucho la ciudad de la mudanza. Recuerdo que también tenía una pequeña hermana menor, a quien cuidaba con mucho cariño. No recuerdo más de su familia, para esta historia no viene al caso.

Trompetero de nacimiento, Fabián se había ganado a las más lindas nenas de grados superiores e inferiores contándonos que le encantaba la música. El chico sabía cómo diferenciarse de todos nosotros, que bordeábamos los 13 ó 14 años. Les hacía bromas a las del voley, y era instructor con las de la banda escolar. Fabián era un capo en la trompeta, disfrutaba cada ensayo y presentación.  Mis compañeros de clase habían comenzado a jugar con la pierna en alto, ya lo apodaban "pescado".........