"Ya viste a Fabián, así se llama el niño nuevo", era el comentario que dejaba inquieto a más de uno de mis compañeros. Lo odiaban sin siquiera conocerlo.
Yo también lo vi. Lo primero que hice al llegar fue estar a un lado, muy a mi estilo, apoyado a columna vieja con olor a cemento, me gustaba ese lugar. Me sentía cómodo al estar cerca a la puerta de salida. En realidad desde pequeño siempre quise huir, sin saber adónde.
Desde ese lugar podía observar a todos. Me di cuenta que lo peor para mis compañeros sería comentarles o confirmarles que las chicas ya se habían encaprichado con el chico nuevo, al que le habían crecido los bigotes mucho antes a nosotros.
Fabían venía de Chiclayo, poco supe el motivo de la mudanza de su familia. Usualmente llegaban alumnos nuevos, hijos de efectivos de las Fuerzas Armadas. En la mayoría de casos, pues a la esposa e hijos no les quedaba de otra. Al padre lo enviaban a mecharse a la zona conflictiva del Vrae, no había elección.
Sin embargo, esta no era esa situación con la familia de Fabián. No me acuerdo bien qué motivó a que sea Ayacucho la ciudad de la mudanza. Recuerdo que también tenía una pequeña hermana menor, a quien cuidaba con mucho cariño. No recuerdo más de su familia, para esta historia no viene al caso.
Trompetero de nacimiento, Fabián se había ganado a las más lindas nenas de grados superiores e inferiores contándonos que le encantaba la música. El chico sabía cómo diferenciarse de todos nosotros, que bordeábamos los 13 ó 14 años. Les hacía bromas a las del voley, y era instructor con las de la banda escolar. Fabián era un capo en la trompeta, disfrutaba cada ensayo y presentación. Mis compañeros de clase habían comenzado a jugar con la pierna en alto, ya lo apodaban "pescado".........